El tratamiento se realiza con un láser especial que combina las longitudes de onda, lo que permite eliminar la gran mayoría de pigmentos.
Se ajustan los parámetros del láser y se comienza a disparar sobre el tatuaje. El láser actúa fragmentando las partículas de pigmento en partículas de tamaño mucho más pequeñas que permiten que nuestro organismo las reabsorba y las elimine posteriormente.
No deben pasar más de 8 semanas entre sesión y sesión.